El pastor Heinz Dressel salvó a 35 argentinos en los años de la dictadura

Por Esteban Cuya

El teólogo y escritor alemán Heinz Friedrich Dressel cumplió con todo lo que un principio oriental describe como el camino a la felicidad. “Criar hijos, escribir libros y plantar árboles”. Y perfeccionó este principio dedicando su vida a rescatar a cientos de personas en peligro bajo regímenes totalitarios de América Latina y África. Entre ellos había muchos estudiantes y profesionales de Argentina, Brasil, Chile y Paraguay, a quienes en los años más difíciles de su vida posibilitó un refugio seguro en Alemania.

Heinz F. Dressel nació el 28 de septiembre de 1929, en la ciudad de Marktredwitz, en Baviera. A los 23 años se graduó como teólogo, tras sus estudios en el Seminario Luterano de Neuendettelsau. Seguidamente, durante 15 años, desarrolló su labor pastoral en Río Grande do Sul, Brasil.

En 1972, a los 43 años, Heinz Dressel asumió la dirección de la Obra Ecuménica de Estudios (OEE), un organismo de solidaridad de la Iglesia Evangélica de Alemania, con sede en Bochum. La OEE había sido creada para apoyar con becas de postgrado a estudiantes de regiones en crisis en el mundo. Pero, bajo el liderazgo de Dressel, la entidad fue mucho más allá. “A través de las becas queríamos salvar vidas. No nos interesaba la convicción política de los refugiados”, recuerda el pastor y agradece que “los miembros del Comité de Becas demostraron un admirable espíritu de comprensión, solidaridad y amor cristiano.”

Pero, Heinz Dressel no sólo le abrió las puertas de la Obra Ecuménica de Estudios a los exiliados. Arriesgó también su vida en viajes a Brasil, Bolivia, Paraguay, Chile y la Argentina, en pleno auge de las dictadura militares. Allí, en encuentros a veces semiclandestinos, se reunía con colaboradores y personas que necesitaban salir del país,  fin de coordinar los futuros pasos a dar para lograr salvar a gente que se hallaba en peligro.

Para su trabajo diario debía saber interpretar las señales de riesgo tanto para sus interlocutores como las propias y aún así actuar de la manera más normal posible. Uno de esos momentos fue cuando un profesor argentino le indicó por teléfono: “No me llames porque estoy enfermo y no puedo hablar bien”. Lo que su interlocutor le estaba diciendo era que no quería poner en peligro a su familia y a los estudiantes con los que trabajaba en Buenos Aires. En otra ocasión, al retornar a su hotel, Dressel se encontró en su habitación con tres personas que, según afirmaron “reparaban la calefacción”. Para eso habían revisado su maletín de trabajo en el cual el pastor conservaba documentación sensible sobre la situación política del país. Eso le asustó algo, pero supo confiaren que las cosas le irían bien.

“Lo que hicimos no fue porque lo quisimos o porque lo buscamos. Sólo actuamos de una manera para responder a los desafíos de la historia mundial”, afirma Dressel, al evaluar su ayuda para los exiliados latinoamericanos. Considera que fue la vivencia y los recuerdos de los horrores del fascismo alemán lo que le sensibilizaron para ésta labor humanitaria. Pero, tampoco se olvida de reconocer que para ello contó con el valioso apoyo de una red de dirigentes cristianos alemanes y latinoamericanos tanto en Europa como Sudamérica.

Entre 1975 y 1983, en la Argentina, Heinz Dressel pudo salvar y prestar ayuda a más de 35 personas amenazadas de muerte o expulsadas del país por causas políticas. Una de las primeras en ser acogida en el programa de ayuda a refugiados de la Obra Ecuménica de Estudios fue la periodista Nilda Esther Jelenic, de Córdoba, quien, desde 1968, sufría constantes detenciones de la policía local. En 1974, su casa fue ocupada por la policía dos veces. En 1975 fue nuevamente arrestada y recién en febrero de 1977 fue liberada a condición de abandonar el país. Con el apoyo del pastor Dressel llegó a Bochum, Alemania, en mayo de 1977.
Ese mismo mes, el apoyo de la OEE hizo también posible que la jurista Dora Goldfarb Lucero, quien, para entonces había estado encarcelada más de un año, pudiera canjear su prisión por el exilio. Su pareja, el periodista Pedro Lucero, redactor del diario “Los Andes”, le pudo seguir más tarde.

Similar fue el caso de Norma Espindola, detenida en 1975, en La Plata, junto a Flavio Koutzi Saudemberg, dirigente político de la izquierda de Brasil. En 1979, tras cuatro años de prisión y tortura, Norma Espindola fue deportada a Francia. Al poco tiempo fue acogida como becaria de la OEE. Flavio Koutzi Saudemberg se convirtió años más tarde en un destacado diputado en Porto Alegre.

Bajo los auspicios del programa de ayuda dirigido por Heinz Dressel, encontraron en Alemania refugio muchos argentinos, chilenos, brasileros, paraguayos, entre otros. La gran mayoría de los becarios, ahora como profesionales que sirven en sus países, reconocen la gran ayuda que les significó el apoyo de la Obra Ecuménica de Estudios y de Heinz Dressel, en particular.
“Los que fuimos protagonistas de similares historias dolorosas, los que conocimos el infierno argentino, sabemos que bien cae una sonrisa, una mano tendida a tiempo, cuando la angustia y el dolor aprieta nuestros labios y ahoga la voz. Usted, pastor Dressel, nos extendió la mano, nos mitigó el dolor, nos ayudó a recuperar la sonrisa, a levantar la cabeza para ver salir el sol”, afirmó recientemente uno de los tantos becarios en una carta de agradecimiento. Fue un justo reconocimiento para un ciudadano alemán universal, que se transformó en el portador de la mejor tradición de solidaridad de Alemania con una Argentina en crisis.

A causa de su labor solidaria y humanitaria Heinz Dressel fue condecorado en el 2007 y el 2008 por los gobiernos de Argentina, Chile y, Brasil así como por organismos de derechos humanos de Paraguay. Estos actos le permitieron reencontrarse con muchos de sus antiguos becarios, quienes le siguen admirando y recordando como un gran amigo que les extendio la mano en el momento en el que más lo necesitaban.

Núremberg agosto del 2010

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